llevaba más de dos semanas revisando los periódicos, en búsqueda de alguna nueva noticia que por pequeña que fuese, sirviera para esclarecer los hechos que rodean la desaparición de Le Gris. había pasado de la sección judicial a otras menos creíbles, había revisado pasquines menos respetuosos, más sensacionalistas, de ese tinte amarillo que tanto le gusta a la gleba.
fue así como logró hilvanar el fino hilo de acontecimientos que se sucedieron desde la muerte en medio de la fiesta hasta el extraño destino de su cuerpo. Hechos aparentemente inconexos, como un auto abandonado cerca al cementerio central, o las extrañas luces avistadas más allá de los cerros orientales, hechos que no pasaban del todo desapercibidos para el.
su vida se transformó, dedicaba menos tiempo a caminar sin oficio por la ciudad, gastando los billetes que Le Gris consignaba quincenalmente en su cuenta, comenzó a obsesionarse con este asunto de una manera que le sorprendía muchísimo. supo que Leo había adquirido un pequeño terreno en las afueras cuando descubrió oculto en un cajón de su escritorio las escrituras de la propiedad y las llaves de la pequeña cabaña. Se dirigió ese fin de semana al lugar, que por supuesto estaba desierto, ningún cuidador en lo absoluto, la comarca estaba escasamente habitada y no se escuchaba ni el ladrido de los perros en los alrededores, cuando el transporte se detuvo junto a la desvencijada reja a la entrada.
una vez entró no fue mucho lo que encontró allí, una mesa empolvada, un par de sillas, una cocina de leña, cacharros de cocina, una sala rústica junto a la chimenea, una cama y un estante con libros y papeles, que pasó a revisar sin demora. ¿qué fue lo que le sorprendió de lo que pudo encontrar? muchas cosas: primero, la fecha de la muerte de Leo, encerrada en un círculo con tinta roja y segundo una lista de nombres con unos números telefónicos. Sabogal y Nautfal, no sabía aún quienes eran, pero si sabia que eran parte integrante de este misterio. en el reverso de la libreta de teléfonos encontró otra lista (la misteriosa lista legrisiana) con varios (no sabía aún que eran todos) de los "obsequios" que recibió don Le Gris luego de morir, su uso esbozado brevemente y con apuntes de varias manos.
no pudo evitar caminar hacia la chimenea, una vieja construcción de piedra ennegrecida por el paso del tiempo. revisó las cenizas, buscando restos de papel o algo más que aportara a desentrañar el asunto. en lugar deso había tres símbolos: uno era un ideograma chino que dibujó en la misma libreta, el segundo el ojo de Rá, el tercero era un símbolo extraño que al mirarlo le provocó un escalofrío, hizo una copia lo más fiel que pudo y dió una vuelta más por el lugar.
pensó que tendría que volver, lo que no se imaginaba era que fuera tan pronto, al acercarse a la puerta un gato negro dió un brinco desde el montón de leña junto a la ventana, parecía que lo hubiera estado vigilando. el gato se alejó y se perdió en los matorrales, Antoine emprendió la marcha hacia la entrada, su transporte de regreso lo esperaba. comenzaba a anochecer.
fue así como logró hilvanar el fino hilo de acontecimientos que se sucedieron desde la muerte en medio de la fiesta hasta el extraño destino de su cuerpo. Hechos aparentemente inconexos, como un auto abandonado cerca al cementerio central, o las extrañas luces avistadas más allá de los cerros orientales, hechos que no pasaban del todo desapercibidos para el.
su vida se transformó, dedicaba menos tiempo a caminar sin oficio por la ciudad, gastando los billetes que Le Gris consignaba quincenalmente en su cuenta, comenzó a obsesionarse con este asunto de una manera que le sorprendía muchísimo. supo que Leo había adquirido un pequeño terreno en las afueras cuando descubrió oculto en un cajón de su escritorio las escrituras de la propiedad y las llaves de la pequeña cabaña. Se dirigió ese fin de semana al lugar, que por supuesto estaba desierto, ningún cuidador en lo absoluto, la comarca estaba escasamente habitada y no se escuchaba ni el ladrido de los perros en los alrededores, cuando el transporte se detuvo junto a la desvencijada reja a la entrada.
una vez entró no fue mucho lo que encontró allí, una mesa empolvada, un par de sillas, una cocina de leña, cacharros de cocina, una sala rústica junto a la chimenea, una cama y un estante con libros y papeles, que pasó a revisar sin demora. ¿qué fue lo que le sorprendió de lo que pudo encontrar? muchas cosas: primero, la fecha de la muerte de Leo, encerrada en un círculo con tinta roja y segundo una lista de nombres con unos números telefónicos. Sabogal y Nautfal, no sabía aún quienes eran, pero si sabia que eran parte integrante de este misterio. en el reverso de la libreta de teléfonos encontró otra lista (la misteriosa lista legrisiana) con varios (no sabía aún que eran todos) de los "obsequios" que recibió don Le Gris luego de morir, su uso esbozado brevemente y con apuntes de varias manos.
no pudo evitar caminar hacia la chimenea, una vieja construcción de piedra ennegrecida por el paso del tiempo. revisó las cenizas, buscando restos de papel o algo más que aportara a desentrañar el asunto. en lugar deso había tres símbolos: uno era un ideograma chino que dibujó en la misma libreta, el segundo el ojo de Rá, el tercero era un símbolo extraño que al mirarlo le provocó un escalofrío, hizo una copia lo más fiel que pudo y dió una vuelta más por el lugar.
pensó que tendría que volver, lo que no se imaginaba era que fuera tan pronto, al acercarse a la puerta un gato negro dió un brinco desde el montón de leña junto a la ventana, parecía que lo hubiera estado vigilando. el gato se alejó y se perdió en los matorrales, Antoine emprendió la marcha hacia la entrada, su transporte de regreso lo esperaba. comenzaba a anochecer.
1 comentario:
Sé que para algunos, mi pequeña mención no pasara de un ligero accidente de redacción, sin embargo sé que un importante argumento ha tenido para que quedase preparado a aquel que sabe buscar.
Aunque son muchas las cosas que tengo en vilo, me pregunto si algo tendrá que ver aquel viejo caminante, sombra nocturna que recorría calles en el más absoluto silencio y soledad, conjugándose con las demás sombras que las escasas luces se atrevían a vislumbrar.
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