El rápido y vertiginoso pasar de las eras, ávida clepsidra que devora vidas enteras en periodos irrisorios, cáncer postmoderno que sume a aquellas pobres victimas en caóticos estados mentales y físicos; ansiosos de tiempo libre, lo único que poseen es el periodo vacacional de dos semanas al finalizar el año, unas cuantas horas cada viernes en la noche para conversar al calor de unos tragos; venda sus jornadas de trabajo al precio que le ofrezcan, seguirá sumido en el sistema.
El poder se establece entre quienes poseen el capital, ellos tienen el tiempo a su disposición, vidas de relax, de fiestas, reuniones sociales y conciertos de cámara en los anfiteatros y clubes de bridge. Ya no hay tiempo para el blues de la melancólica armónica que rememora pasados tiempos de libertad, de una vida tranquila allá en la tierra nativa de rojos ponientes y calurosos desiertos; ahora sólo poseen soporíferos días en los campos de cultivo, la pequeña taberna donde beber cerveza para tratar de olvidar, aunque se sepa que es inútil.
El abanderamiento se relega entonces a los artistas, pues el proletariado, incapaz de manifestarse de una forma diferente de las protestas y mítines ha terminado por convertirse en una fuerza determinante únicamente en el momento de colocar toda la carne sobre el asador, entonces los artistas (poetas, músicos, escritores pintores y trovadores) se tornan emisarios del nuevo mensaje en donde las dos palabras censuradas por el mando (Revolución y Libertad) se sugieren; nunca se dicen ni se escriben ni se cantan.
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