Era viernes en la mañana, la noche habia sido de juerga, mucho Reggae, algunos tragos, otros paraísos. La resaca era considerable y apenas eran las ocho de la mañana. Lloviznaba y la mañana supuraba frío y humedad. En la nevera sobrevivía tan sólo medio vaso de jugo de mandarina, y yo deseaba un café bien negro y un cigarrillo rubio sin filtro. Me dirigí pos de la oficina bajo de ánimo, a pesar del día que era perfecto, dull as grey, como lo diría Ricardo. Mi único alisiente era aquella cita de las diez, mi primera oportunidad para conversar con C. fuera de clase, pero faltaban aún dos largas horas y el profesor me esperaba para realizar aquella compra, diligencia y favor al que no podía negarme. Así que allí estaba yo, dentro de un taxi a las 8:40 AM rumbo al Cable con mi mejor disposición y mi peor cara. Mi malestar lejos de disminuir, aumentaba con el lento paso de los minutos. Imposible también eludir el tentempié en el cafetín de profesores y las preguntas de rigor: ¿Cómo van sus muchachos? ¿Cuántos son este semestre?, él abordaba el tema del trabajo en Acerías de Caldas y también el interminable tema de la burocracia dentro de la Facultad.
Yo acentía mecánicamente, con mi corazón posado sobre el reloj que daba ya las diez y cinco minutos, completamente ausente, totalmenre inmerso en mí mismo, imaginando el inmediato encuentro. Así que entonces dí las gracias, me excusé y desaparecí hacia torre de estancias en su búsqueda.Tenía un nudo en la garganta, las manos me sudaban; estaba nervioso, debo reconocerlo. Apenas la ví, todo ésto dió paso a una gran felicidad, notaba como la sonrisa aparecía radiante en mi rostro, coloqué la mejor que tenía dadas las circunstancias y saludé cordialmente. Luego de las formalidades habituales, le recordé el favor popr el cual la había citado allí a esa hora y de paso me excusé por mi retraso. Hasta aquí todo iba bien, C. me dijo lo que debíamos hacer y partimos rumbo al centro de idiomas. La oficina estaba casi vacía a esa hora, a excepción de la secretaria , dos caballeros y tres estudiantes en práctica libre. Extrañamente nadie nos atendía y cuando yo iba a preguntar la razón, C. me interrumpió y me exhortó a salir de ahi y esperar un momento, arguyendo razones poco convincentes, así que aproveché para invitarle un (otro) café en el quiosco de paraguas amarillas y mesas metálicas. Fue justo al tomar asiento que C. comenzó a llorar y al mismo tiempo a contarme el por qué de su llanto y de su rabia. Esta se debía a uno de los personajes de la oficina de idiomas, su evaluador le gustaba y él la trataba con absoluta displicencia y frialdad. C. se desahogaba conmigo, precisamente conmigo, y yo que iba dispuesto a decirle cuánto me gustaba, terminé de esa manera usado como paño de lágrimas. Miraba sus ojos húmedos, la veía ofuscada, triste por aquella situación, y aunque mis palabras eran de ánimo y de comprensión, la verdad, muy dentro de mí, le reprochaba su ceguera. ¿Acaso no había notado como la miraba en clase? ¿Será entonces que los cumplidos solamente eran un jocoso entremés y no más? Quería decirle que él no valía la pena, que ahí estaba yo para hacerla feliz. Pero preferí guardar silencio. Le dí otro sorbo a mi café, me disculpé de nuevo por mi poco tiempo, le agradecí su desinteresada colaboración, con un suave toque de hombro le susurré al oído lo especial y lo linda que ella es, le deseé un buen fin de semana y me alejé pensando en aquel refrán que repite la GeñaLinda: "Dios le da pan a quien no tiene dientes".
Yo acentía mecánicamente, con mi corazón posado sobre el reloj que daba ya las diez y cinco minutos, completamente ausente, totalmenre inmerso en mí mismo, imaginando el inmediato encuentro. Así que entonces dí las gracias, me excusé y desaparecí hacia torre de estancias en su búsqueda.Tenía un nudo en la garganta, las manos me sudaban; estaba nervioso, debo reconocerlo. Apenas la ví, todo ésto dió paso a una gran felicidad, notaba como la sonrisa aparecía radiante en mi rostro, coloqué la mejor que tenía dadas las circunstancias y saludé cordialmente. Luego de las formalidades habituales, le recordé el favor popr el cual la había citado allí a esa hora y de paso me excusé por mi retraso. Hasta aquí todo iba bien, C. me dijo lo que debíamos hacer y partimos rumbo al centro de idiomas. La oficina estaba casi vacía a esa hora, a excepción de la secretaria , dos caballeros y tres estudiantes en práctica libre. Extrañamente nadie nos atendía y cuando yo iba a preguntar la razón, C. me interrumpió y me exhortó a salir de ahi y esperar un momento, arguyendo razones poco convincentes, así que aproveché para invitarle un (otro) café en el quiosco de paraguas amarillas y mesas metálicas. Fue justo al tomar asiento que C. comenzó a llorar y al mismo tiempo a contarme el por qué de su llanto y de su rabia. Esta se debía a uno de los personajes de la oficina de idiomas, su evaluador le gustaba y él la trataba con absoluta displicencia y frialdad. C. se desahogaba conmigo, precisamente conmigo, y yo que iba dispuesto a decirle cuánto me gustaba, terminé de esa manera usado como paño de lágrimas. Miraba sus ojos húmedos, la veía ofuscada, triste por aquella situación, y aunque mis palabras eran de ánimo y de comprensión, la verdad, muy dentro de mí, le reprochaba su ceguera. ¿Acaso no había notado como la miraba en clase? ¿Será entonces que los cumplidos solamente eran un jocoso entremés y no más? Quería decirle que él no valía la pena, que ahí estaba yo para hacerla feliz. Pero preferí guardar silencio. Le dí otro sorbo a mi café, me disculpé de nuevo por mi poco tiempo, le agradecí su desinteresada colaboración, con un suave toque de hombro le susurré al oído lo especial y lo linda que ella es, le deseé un buen fin de semana y me alejé pensando en aquel refrán que repite la GeñaLinda: "Dios le da pan a quien no tiene dientes".
4 comentarios:
Podria decirte muchas cosas pero no sabria por donde empezar, muy raros son ese tipo de situaciones, y como dije alguna vez..y uno con esta sed de amar...
Me conmovió mucho tu historia, eso nos pasa a todos, una tristeza absoluta me queda después de leerte...
Leo me parece que si ella lo busca para contarle esas cosas es por algo. Yo y mis señales, pero sí, esas cosas son muestras de algo más de amistad, no desfallezca, no deje de mirarla en clase, no deje de insistir.
Oles! nunca me imaginé que podría encontrar tanto apoyo y tantas buenas vibras en personas que aun no conozco personalmente... Gracias, me sacaron de la depre por un ratito.
Se les tiene en cuenta!
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