L... mi bella comentarista anónima, me sugirió publicar algo que había escrito para ella. Debo aclarar que nunca escribo nada bajo pedido, para nadie, bueno, excepto esta vez, pero con la advertencia que guardo ciertos intereses en esta ocasión. L..., alguien para no dejar pasar por tu vida así tan fácil ... espero que sea una excelente forma para comenzar a tratar con las nuevas compañias...
Disculpáme, sé que pediste un poema, pero esto, ¿Alcanza a ser prosa poética, es decir, vale por un pequeño poema en prosa?..ojalá!
Un Cuento para después del desayuno
para L…
La luz se colaba por entre los cortinados, difuminándose en miles de rayos brillantes que se incrustaban a toda velocidad contra los objetos y les impregnaban una nueva naturaleza.
Ella sintió su calor sobre los párpados cerrados. Esa luz anaranjada que se percibe cuando se empieza a salir lentamente del mundo de los sueños y se regresa a la realidad, sin estar seguro en qué lugar se encuentra uno. Se estiró cuán larga era y fue entonces cuando notó su ausencia en el revuelto lecho. No le dio mucha importancia y miró la hora de reojo en su teléfono. Las líquidas manecillas marcaban las ocho y un cuarto. Sintió ruidos cerca de la cocina y justo cuando se disponía a levantarse, él entreabrió la puerta y con una suave y dulce voz le dijo que “el desayuno se encontraba servido” y le dio tiempo para vestirse una bata y sobarse de nuevo los ojos escocidos.
Al cabo de un momento se asomó al comedor, lo llamó por su nombre despacito y le pareció extraño escuchar el eco de sus palabras en el silencioso vacío. No estaba, se había marchado por alguna razón que aún no comprendía. Caminó hacia la mesa y miró la bandeja con los platos cubiertos. Pensaba en lo qué encontraría debajo, algún pequeño manjar, algo típico o por el contrario muy cosmopolita. En cualquier caso, algo calentito y dotado de un excelente aroma y un exquisito sabor, así como aquellos que había descrito la noche anterior como sus pequeñas proezas en el vasto mundo del arte culinario. Pero en lugar de aquello sólo se encontró con un huevo cocido frío, un vaso de jugo de lulo, también frío y una porción de arequipe embadurnada en una cucharita.
No podía dar crédito a sus ojos, Aquel chico guapo y culto, amable y tierno la desconcertó pero no tenía tiempo de pensar demasiado, estaba con afán y tenía hambre. Atacó el huevo cocido en primer lugar, luego se puso de pie y comenzó a pasear por la salita de estar y por el estudio en busca de algo que le pudiera aclarar lo absurdo de aquel comportamiento del ahora amante ausente. Pero no encontró nada más sino libros de cocina y una que otra fotografía firmada por el respaldo. Quizás eran malos tiempos pensó.
Volvió a la habitación con el vaso ya vacío y se vistió rápido. Antes de decidirse a salir al bullicio de la mañana, se comió el arequipe de un solo bocado y cerró la puerta tras de sí.
Aún así volvieron a hablar.
La luz se colaba por entre los cortinados, difuminándose en miles de rayos brillantes que se incrustaban a toda velocidad contra los objetos y les impregnaban una nueva naturaleza.
Ella sintió su calor sobre los párpados cerrados. Esa luz anaranjada que se percibe cuando se empieza a salir lentamente del mundo de los sueños y se regresa a la realidad, sin estar seguro en qué lugar se encuentra uno. Se estiró cuán larga era y fue entonces cuando notó su ausencia en el revuelto lecho. No le dio mucha importancia y miró la hora de reojo en su teléfono. Las líquidas manecillas marcaban las ocho y un cuarto. Sintió ruidos cerca de la cocina y justo cuando se disponía a levantarse, él entreabrió la puerta y con una suave y dulce voz le dijo que “el desayuno se encontraba servido” y le dio tiempo para vestirse una bata y sobarse de nuevo los ojos escocidos.
Al cabo de un momento se asomó al comedor, lo llamó por su nombre despacito y le pareció extraño escuchar el eco de sus palabras en el silencioso vacío. No estaba, se había marchado por alguna razón que aún no comprendía. Caminó hacia la mesa y miró la bandeja con los platos cubiertos. Pensaba en lo qué encontraría debajo, algún pequeño manjar, algo típico o por el contrario muy cosmopolita. En cualquier caso, algo calentito y dotado de un excelente aroma y un exquisito sabor, así como aquellos que había descrito la noche anterior como sus pequeñas proezas en el vasto mundo del arte culinario. Pero en lugar de aquello sólo se encontró con un huevo cocido frío, un vaso de jugo de lulo, también frío y una porción de arequipe embadurnada en una cucharita.
No podía dar crédito a sus ojos, Aquel chico guapo y culto, amable y tierno la desconcertó pero no tenía tiempo de pensar demasiado, estaba con afán y tenía hambre. Atacó el huevo cocido en primer lugar, luego se puso de pie y comenzó a pasear por la salita de estar y por el estudio en busca de algo que le pudiera aclarar lo absurdo de aquel comportamiento del ahora amante ausente. Pero no encontró nada más sino libros de cocina y una que otra fotografía firmada por el respaldo. Quizás eran malos tiempos pensó.
Volvió a la habitación con el vaso ya vacío y se vistió rápido. Antes de decidirse a salir al bullicio de la mañana, se comió el arequipe de un solo bocado y cerró la puerta tras de sí.
Aún así volvieron a hablar.
1 comentario:
NUEVAMENTE TU ANONIMA L..., GRACIAS!!! SIRVIÒ... AL MENOS ESO PARECE, PUES AL TERMINAR DE LEER, NO AGUANTÈ Y DEJÈ CAER UNA LAGRIMA O AL MENOS ESO FUE LO QUE NOTÈ!
FUE COMO REVIVIR EL MOMENTO, ME DIÒ MIEDO, PERO, NO SÈ POR QUÈ, AUN ASI SEGUIMOS HABLANDO, SABES QUE ES LO MALO? QUE POR MAS QUE PASA EL TIEMPO NO DEJO DE SENTIR EL SABOR QUE DEJÒ AQUEL "JUGO DE LULO" EN LA MAÑANA...Y AUN ESCRIBIENDOTE ESTE COMENTARIO LLORO.
SIMPLEMENTE SÈ QUE ESE SABOR NUNCA SE QUITARÀ DE MI BOCA POR MAS QUE TRATE.
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