Fuliginosos pensamientos surcan la brillante mente retorcida del asesino nocturno, dulces proyectos de delirio y la definitiva transformación de sus víctimas en obras del más puro y refinado arte. El rastro no es sino un paso más del método que sigue para dar forma a sus creaciones, el cual abandonará cuando se canse, cuando se hastíe, cuando se dé por vencido ante la falta de sesos, ante la raquítica perspectiva de sus adversarios, ante la estrecha y ridícula moral que lo estereotipa y lo reduce,
equiparándolo a los borrachos homicidas, a los pequeños bribonzuelos, a aquellos histéricos maridos y a los miserables matones de poca monta.
equiparándolo a los borrachos homicidas, a los pequeños bribonzuelos, a aquellos histéricos maridos y a los miserables matones de poca monta.
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