Tetas como martinis
By Jill McDonough
El barman del Caesar’s cuenta chistes que hemos oído mil veces.
Un caballo entra en un bar, por ejemplo. Yo susurro
Sarah Evers me contó ese chiste en sexto y Josey dice
mi hermano Steve en 1982. Una puta, un enano, un chino,
nada que no hayamos escuchado. Entonces pregunta un cliente
¿En qué se parecen los martinis y las tetas? Y se echan a reír.
Se lo saben, todos se lo saben, excepto nosotras.
Ni siquiera se molestan en terminarlo. El barman sólo dice
Sí, pero yo siempre he dicho que debería haber una tercera, en la espalda,
para cuando bailas, y baila con una mujer de aire, tras la barra, su mano
sobre la teta de la espalda. Y entendemos que tres son demasiadas
y una no basta. Vale, podemos superarlo. Mis tetas me gustan
como los martinis, decimos: pequeñas y manoseadas o grandes y secas.
Perfectas. Desbordantes. Apestando a enebro, derramándose sobre la barra.
Cuando tengo migraña y ella se me insinúa digo Josey, mis tetas
son como martinis. Ella asiente, solemne: Más vale que nadie
les ponga las manos encima. ¿Cómo podríamos contarle al barman
estos chistes? No podríamos. No se enteraría. Lo digo mientras limpio
las vitrinas de la cocina y ella entiende: sucias y mojadas.
Caminando en el viento Josey dice Mis tetas son como martinis
y yo pido un taxi, sé que quiso decir heladas, temblorosas.
Breast Like Martinis
The bartender at Caesar's tells jokes we've heard a hundred times.
A shoelace walks into a bar, for example. I whisper
Sarah Evers told me that joke in sixth grade and Josey says
My brother Steve, 1982. A whore, a midget, a Chinaman,
nothing we haven't heard. Then a customer asks
Why are breasts like martinis? and they both start laughing.
They know this one, everybody knows this one, except
us. They don't even bother with the punch line. The bartender just says
Yeah, but I always said there should be a third one, on the back,
for dancing, dancing with the woman-shaped air behind the bar, his hand
on the breast on her back. So we figure three is too many,
one's not enough. Okay; we can do better than that. I like my breasts
like I like my martinis, we say: Small and bruised or big and dry. Perfect.
Overflowing. Reeking of juniper, spilling all over the bar.
When I have a migraine and she reaches for me, I say
Josey, my breasts are like martinis. She nods, solemn:
People should keep their goddamn hands off yours. How
could we tell these jokes to the bartender? We can't. He'll never know.
I say it after scrubbing the kitchen cabinets, and she gets it:
dirty and wet. Walking in the wind, Josey says My breasts
are like martinis and I hail a cab, know she means shaking, ice cold.
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