Le sigo debiendo los ultimos discos que he subido a la güev. pero los subiré sin duda.
By Damatofibang
Los cubitos de hielo se rompían y hacían ¡glup! El miraba el dibujo de la esquina y recordaba a alguien más. En el corredor se oyeron ruidos de voces y después se extinguieron con el cerrar de la puerta.
- ¿Alex?
- ¿si?
- ¿Quieres ir a fumar afuera?
El cielo estaba rojo y olía a pino. Se miró el bolsillo. Una pequeña semilla dejó escapar su olor al aire.
- ¿Quién crees que sea ese señor que está en la esquina?
- No sé. Un señor.
- A veces siento que algo de mí se me escapa en el momento menos esperado.
Subieron la colina. Un viejo árbol miraba su sombra. Pululantes ramas vencidas al sol y al viento. Sólo habían pasado uno cuantos días, pensó él. No estaba demasiado lejos. Todavía podía recordar algunas imágenes y el sonido de una voz, de esa voz. Tuvo una idea y comenzaron a caminar juntos. Rodearon la glorieta y después cruzaron la avenida. El caminaba con la cara puesta al sol mirando lentamente los movimientos de los dedos de las manos de la gente.
- ¿ahí?
- Sí, doblando la esquina.
- Saca el dinero, ¿lo tienes contado?
- Es en el penúltimo piso, preferiría tomar las escaleras.
Cuando se abrió la puerta, Alex pensó que la risa que se escuchaba al fondo era falsa y que la cara que le miraba de frente le resultaba hilarante. Pero se contuvo, esbozó una sonrisa y dijo:
- Estoy aquí por lo de Juan. Hemos hablado hace un rato.
Los ojos apagados se movieron dentro de la cara, se sostuvieron y mostraron el indicio de una amenaza.
- Tienes el dinero. – dijo el hombre
- Lo tengo- dijo Alex
- No quiero que me traigas problemas- dijo el hombre
- No los habrá. –dijo Alex
- Pues, díselo a Juan también.
Alex se metió la bolsa en uno de los bolsillos. Alex encendió un cigarrillo en el corredor. Todo estaba muy oscuro y sólo se veía la ceniza encendida y algunas luces que venían del fondo.
- Subamos las escaleras, iremos a la terraza.
- Tendremos problemas
- ¡Que aburrido! Nicholson. The shinning
En la terraza estaba frío pero se podían ver las calles alumbradas abriéndose paso en ondulantes formas. La ciudad era un círculo, quizás también tuviera anillos. Pues en esa terraza se estaba al borde de algo, sí señor, y algo estaba a punto de pasar: El tiempo alterado, los pensamient6os fluctuantes, profundos, retorcidos y excluyentes.
- Las personas se ven pequeñas desde aquí
- Como debería ser siempre, insignificantes.
- ¡Que ego!
- Increíble, si.
Alex dejó caer la bolsa vacía. El viento la bamboleaba en ondas que dibujaban una trayectoria. Tal vez las cosas no pasan por ninguna razón, solamente pasan… como esa bolsa. Talvez el viento es esa fuerza que nos despierta cada mañana y nos lleva de aquí para allá; nosotros somos esa bolsa con conciencia que busca tener algún control pero no lo tiene. Alex se puso de pie, miró sus zapatos y les ordenó a sus pies moverse pero no se movió. Después dejó de pensar y lo hizo, se largó de allí. Miró la puerta del ascensor, se imaginó atrapado y chocando contra el piso de abajo y el polvo que se convierte en más polvo y huye. El ejercicio no estaba mal, era como un hermano del movimiento obligatorio, no estaba mal del todo, tan sólo era una forma más de evadirse. Además, nunca le habían gustado las puertas que se cerraban con un movimiento obligatorio.
Las personas eran divertidas. El alcohol las hacía aún más divertidas. Les daba un fin inconcluso, un poco de incertidumbre. Era algo maravilloso cuando dos personas se encuentran y deciden hacer algo juntas. Pero es algo esporádico. Alex marco un número telefónico: concreto la hora y el lugar de encuentro.
Esta conversación tuvo lugar después:
- ¡Hola!- dijo ella. ¿Cómo estás?
- Súper- dijo él
- ¿Estabas hace mucho?
- No, solo me he fumado dos cigarrillos.
- ¿A dónde vamos?
- Por ahí
- Imagínate lo que me acaba de pasar…
Todo comenzaba otra vez, nadie sabía como terminaría. Sabían que apostarían, sabían que querían salir ganadores. Darían todo de sí mismos…o no. Todo era como un festival de cine, sabían que debían ir y disfrutarlo. Sabían que los premios sólo se los dan a los ganadores.
- ¿Alex?
- ¿si?
- ¿Quieres ir a fumar afuera?
El cielo estaba rojo y olía a pino. Se miró el bolsillo. Una pequeña semilla dejó escapar su olor al aire.
- ¿Quién crees que sea ese señor que está en la esquina?
- No sé. Un señor.
- A veces siento que algo de mí se me escapa en el momento menos esperado.
Subieron la colina. Un viejo árbol miraba su sombra. Pululantes ramas vencidas al sol y al viento. Sólo habían pasado uno cuantos días, pensó él. No estaba demasiado lejos. Todavía podía recordar algunas imágenes y el sonido de una voz, de esa voz. Tuvo una idea y comenzaron a caminar juntos. Rodearon la glorieta y después cruzaron la avenida. El caminaba con la cara puesta al sol mirando lentamente los movimientos de los dedos de las manos de la gente.
- ¿ahí?
- Sí, doblando la esquina.
- Saca el dinero, ¿lo tienes contado?
- Es en el penúltimo piso, preferiría tomar las escaleras.
Cuando se abrió la puerta, Alex pensó que la risa que se escuchaba al fondo era falsa y que la cara que le miraba de frente le resultaba hilarante. Pero se contuvo, esbozó una sonrisa y dijo:
- Estoy aquí por lo de Juan. Hemos hablado hace un rato.
Los ojos apagados se movieron dentro de la cara, se sostuvieron y mostraron el indicio de una amenaza.
- Tienes el dinero. – dijo el hombre
- Lo tengo- dijo Alex
- No quiero que me traigas problemas- dijo el hombre
- No los habrá. –dijo Alex
- Pues, díselo a Juan también.
Alex se metió la bolsa en uno de los bolsillos. Alex encendió un cigarrillo en el corredor. Todo estaba muy oscuro y sólo se veía la ceniza encendida y algunas luces que venían del fondo.
- Subamos las escaleras, iremos a la terraza.
- Tendremos problemas
- ¡Que aburrido! Nicholson. The shinning
En la terraza estaba frío pero se podían ver las calles alumbradas abriéndose paso en ondulantes formas. La ciudad era un círculo, quizás también tuviera anillos. Pues en esa terraza se estaba al borde de algo, sí señor, y algo estaba a punto de pasar: El tiempo alterado, los pensamient6os fluctuantes, profundos, retorcidos y excluyentes.
- Las personas se ven pequeñas desde aquí
- Como debería ser siempre, insignificantes.
- ¡Que ego!
- Increíble, si.
Alex dejó caer la bolsa vacía. El viento la bamboleaba en ondas que dibujaban una trayectoria. Tal vez las cosas no pasan por ninguna razón, solamente pasan… como esa bolsa. Talvez el viento es esa fuerza que nos despierta cada mañana y nos lleva de aquí para allá; nosotros somos esa bolsa con conciencia que busca tener algún control pero no lo tiene. Alex se puso de pie, miró sus zapatos y les ordenó a sus pies moverse pero no se movió. Después dejó de pensar y lo hizo, se largó de allí. Miró la puerta del ascensor, se imaginó atrapado y chocando contra el piso de abajo y el polvo que se convierte en más polvo y huye. El ejercicio no estaba mal, era como un hermano del movimiento obligatorio, no estaba mal del todo, tan sólo era una forma más de evadirse. Además, nunca le habían gustado las puertas que se cerraban con un movimiento obligatorio.
Las personas eran divertidas. El alcohol las hacía aún más divertidas. Les daba un fin inconcluso, un poco de incertidumbre. Era algo maravilloso cuando dos personas se encuentran y deciden hacer algo juntas. Pero es algo esporádico. Alex marco un número telefónico: concreto la hora y el lugar de encuentro.
Esta conversación tuvo lugar después:
- ¡Hola!- dijo ella. ¿Cómo estás?
- Súper- dijo él
- ¿Estabas hace mucho?
- No, solo me he fumado dos cigarrillos.
- ¿A dónde vamos?
- Por ahí
- Imagínate lo que me acaba de pasar…
Todo comenzaba otra vez, nadie sabía como terminaría. Sabían que apostarían, sabían que querían salir ganadores. Darían todo de sí mismos…o no. Todo era como un festival de cine, sabían que debían ir y disfrutarlo. Sabían que los premios sólo se los dan a los ganadores.
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