Hace unos días (exactamente el 11 de agosto), cumplió mi mascota cinco meses de vida. Son ya tres meses y medio que comparte conmigo su existencia, su inocencia, y por supuesto las experiencias de la convivencia propia de esa milenaria relación Hombre - Perro.
No me puedo quejar, Bach ha aprendido mucho, y aunque no sabe aún dar la mano y mucho menos tocar el piano (je je), sabe ya quién es su protector y su amo. Me encanta llegar a casa y que me reciba con su frenético menear de cola, con sus brincos y sus gemidos de felicidad. Me gusta verlo correr en la manga contigua al campus y jugar con su mamá y sus hermanitos, con los otros perros del vecindario y como no, con "Sata", una Rodesian Africana de su misma edad.
Bach es muy listo, sabe cuando lo regaño y cuando estoy enojado por alguna travesura, le fascina dormir en mi cama y colocar su cabeza en mi regazo, a mi me gusta escucharlo respirar y suspirar. En una palabra me fascina como es mi perro.
Todo marchaba de maravilla hasta el fin de semana pasado, cuando se enfermó de su estómago y comenzó su padecimiento y el mio.
Sólo entonc3s comprendí cómo se sienten los padres cuando uno de sus hijos se enferma y no pueden decir que les duele por que no son todavía capaces de hablar. Yo me sentía así, preocupado, impotente, triste al ver como la enfermedad hacía mella en él.
La visita al veterinario del barrio resultó infructuosa, lo único que supieron hacer fue aprovecharse de mi preocupación y sacarme dinero en medicamentos inutiles. Al día siguiente fuí con mi Barsino al hospital veterinario de la U. de C., y bueno ahi si la cosa fue diferente: una atención esmerada y desinteresada, ejecutaron una completa revisión sobre mi perro, le inyectaron, lo re hidrataron, lo tuvieron en observación por cuatro horas y me indicaron el tratamiento a seguir en casa, por una semana más. Pero Bach seguía enfermo, no había recuperación y ahora no era capaz ya de caminar. Eso fue el final, me decidí a hacer algo definitivo, así que tomé el teléfono y llamé a mi Pa, hice prácticamente una consulta telefónica, como cuando soy yo el enfermo y bueno, luego de sus indicaciones, me vi en la necesidad de colocar una inyección, por vez primera en mi vida. Le dí suero en jeringuilla a lo largo de la noche y seguí con el tratamiento via oral hoy en la mañana. Finalmente, al medio día Bach volvió a levantarse y a saludarme, bueno, no tan efusivamente, pero ya se nota su mejoría, volvió a comer, a beber y aunque todavía se encuentra algo débil, todo parece indicar que ya sobrevino lo peor y salió avante.
Sé que el es fuerte, me lo demostró con esta crisis, llegué a pensar en mas de una ocasión que me dejaría para siempre, pero no fue así... Ahora, el y yo aprendimos nuestra lección, yo a ser mas vigilante con él y sus travesuras, y él a no llevarse cualquier porquería a la boca, pues las consecuencias las ha pagado en carne propia.
¿Qué sigue?, se preguntarán mis pocos pero constantes lectores, pues sigue la consolidación de su recuperación para que vuelva a ser el de antes, y por supuesto, aún nos queda toda una vida de experiencias y de convivencia...
Increíble cómo he llegado a encariñarme con él y él conmigo, como dice el viejo y conocido refrán (para ponerlo en palabras de mi héroe el "Chapulín Colorado"):
"Entre más conozco a los hombres, más quiero a mi perro".
No me puedo quejar, Bach ha aprendido mucho, y aunque no sabe aún dar la mano y mucho menos tocar el piano (je je), sabe ya quién es su protector y su amo. Me encanta llegar a casa y que me reciba con su frenético menear de cola, con sus brincos y sus gemidos de felicidad. Me gusta verlo correr en la manga contigua al campus y jugar con su mamá y sus hermanitos, con los otros perros del vecindario y como no, con "Sata", una Rodesian Africana de su misma edad.
Bach es muy listo, sabe cuando lo regaño y cuando estoy enojado por alguna travesura, le fascina dormir en mi cama y colocar su cabeza en mi regazo, a mi me gusta escucharlo respirar y suspirar. En una palabra me fascina como es mi perro.
Todo marchaba de maravilla hasta el fin de semana pasado, cuando se enfermó de su estómago y comenzó su padecimiento y el mio.
Sólo entonc3s comprendí cómo se sienten los padres cuando uno de sus hijos se enferma y no pueden decir que les duele por que no son todavía capaces de hablar. Yo me sentía así, preocupado, impotente, triste al ver como la enfermedad hacía mella en él.
La visita al veterinario del barrio resultó infructuosa, lo único que supieron hacer fue aprovecharse de mi preocupación y sacarme dinero en medicamentos inutiles. Al día siguiente fuí con mi Barsino al hospital veterinario de la U. de C., y bueno ahi si la cosa fue diferente: una atención esmerada y desinteresada, ejecutaron una completa revisión sobre mi perro, le inyectaron, lo re hidrataron, lo tuvieron en observación por cuatro horas y me indicaron el tratamiento a seguir en casa, por una semana más. Pero Bach seguía enfermo, no había recuperación y ahora no era capaz ya de caminar. Eso fue el final, me decidí a hacer algo definitivo, así que tomé el teléfono y llamé a mi Pa, hice prácticamente una consulta telefónica, como cuando soy yo el enfermo y bueno, luego de sus indicaciones, me vi en la necesidad de colocar una inyección, por vez primera en mi vida. Le dí suero en jeringuilla a lo largo de la noche y seguí con el tratamiento via oral hoy en la mañana. Finalmente, al medio día Bach volvió a levantarse y a saludarme, bueno, no tan efusivamente, pero ya se nota su mejoría, volvió a comer, a beber y aunque todavía se encuentra algo débil, todo parece indicar que ya sobrevino lo peor y salió avante.
Sé que el es fuerte, me lo demostró con esta crisis, llegué a pensar en mas de una ocasión que me dejaría para siempre, pero no fue así... Ahora, el y yo aprendimos nuestra lección, yo a ser mas vigilante con él y sus travesuras, y él a no llevarse cualquier porquería a la boca, pues las consecuencias las ha pagado en carne propia.
¿Qué sigue?, se preguntarán mis pocos pero constantes lectores, pues sigue la consolidación de su recuperación para que vuelva a ser el de antes, y por supuesto, aún nos queda toda una vida de experiencias y de convivencia...
Increíble cómo he llegado a encariñarme con él y él conmigo, como dice el viejo y conocido refrán (para ponerlo en palabras de mi héroe el "Chapulín Colorado"):
"Entre más conozco a los hombres, más quiero a mi perro".
1 comentario:
Pero falto la foto actualizada, apuesto que bach esta mas grande, y mas lindo!
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